Same (parte #3)

marzo 06, 2017

Pero cada noche por la ventana nuevamente, y veo aquella luna, la luna que dijiste que aprenderías a admirar porque te recordaba a mí y la forma que tenía de admirar mi cuerpo frente aquel espejo que se encontraba frente a mi cama, cama que aún quiere tu regreso para volver a escuchar historias de amor que haremos. Aquel lago lo recuerdo perfectamente, aquella noche también, aquella luna tan azul, pues aquella noche te enseñe a amar a la luna y el color que esta pudiese tener, y en esta noche ese color era azul, azul como ningún otro azul que existe en la tierra, y te enseñe a amarla y tú me enseñaste que sabías amar y no por haber leído a platón o Fromm sino porque te habías enamorado del gris de mis ojos, ojos que jamás quisieran apartar la vista de los tuyos, ojos que te amaron desde el primer día que te vi en aquel parque, en aquel ébano, en aquel puente, en aquella banca, ojos a los que les encantaba ver tu silueta bajo la luz de la luna, y tu silueta desnuda recorrer aquel cuarto.


Siempre decías que era la clase de persona que puede leer varias historias al mismo tiempo, que era fuerte y podía con todo, y que sabía cómo hacer ver un encuentro de la forma más casual, aún que no creyera en la casualidades, casualidades que hicieron que nos encontráramos, pero fue una casualidad, aún que en el fondo sabíamos que andábamos para encontrarnos, y nos encontramos en el mejor momento de la vida, vida que se basa en amor, amor que solo puedo hacer contigo.


Contigo vi que el café y el vodka pueden ser buenos amigos, y hablando de amigos, recuerdo aquella vez en el auto-cine, se encontraba Erick, Magdalena, Franco, tú y yo, y en ese auto-cine me entere que te llamas Andrew y que detestabas los mariscos, y todos se sorprendieron al ver que llevábamos un tiempo juntos pero desconocíamos nuestros nombres, nuestras comidas, pero no nuestras manías, y es ahí cuando me di cuenta que realmente el amor es ciego, el amor debe de ser, que para amar no es necesario saber todo de aquella persona, sólo amarlo, amarlo como te gustaría que te amaran, y así lo hacía desde el primer día que te conocí, desde el día en que supe que le diste luz a mis noches y oscuridad a mis días, desde ese día supe que todo lo que había leído era falacias y que el verdadero amor era como tu decías, se vive, se siente, se hace, no se lee.


Me gusta apreciar tu delicado perfil, decías siempre que ataba mi cabello con un listo blanco medio sucio y un poco deshilachado, y sonreía, sonreía no por lo que me decías, sino porque eras sincero y tus ojos denotaban algo que jamás había visto antes, pero siempre te gustaba quitarme el listón, y después de quitarlo nos acostábamos en la cama y comenzabas a jugar con mi cabello, cabello naranja como los atardeceres del otoño, y que cautivaban tus ojos, ojos que jamás hubiera querido dejar de ver, y recorrías su largo, y me acariciabas hasta llegar a la cadera, y ponías de excusa que era porque recorrías la longitud de mi cabello, cabello largo que enamoraba, y que una vez quise cortar y lloraste como niño pequeño, y dijiste que querías verme así siempre, porque querías recordarme así, siempre, siempre fue igual, hasta que perdí aquel listón blanco y me regalaste uno nuevo, de color negro, negro como tu cabello, y decías que era el que resaltaba a mi piel blanca, blanca como la nieve del primer invierno que nos conocimos, y desde ese día siempre tengo conmigo aquel listón negro, un poco deshilachado, pero que me recuerda a ti.


Recuerdo aquella función de Hansel y Gretel a la que me llevaste, recuerdo aquel gran recorrido en donde por primera vez pude besarte sin culpa, y ahora voy camino al mismo teatro sin ti, y me he percatado del porque en ese lugar siempre veíamos las funciones que quedaban cerca de la casa, pues aquel recorrido era tu favorito, las tres torres, la plaza de la Justicia donde siempre se ponía un señor con sus tres hijos de cabellos amarillos a vender café, y posterior se encontraba el palacio de artes, donde me dijiste que expondrías tus primeros poemas, poemas que no hablarían de amor, y donde siempre había el mismo policía en la entrada comiendo siempre la misma marca de donas y mirando siempre hacía el cielo, aquel palacio por fuera blanco y por dentro adornado de distintas pinturas de la época antigua y romántica, y después aquel camino de Sebastián, donde siempre encontrábamos niños jugando a la pelota o señoras leyendo el periódico, y en donde caminamos un día de lluvia, lluvia triste y fría, fría como mis sentimientos hoy sin ti, y terminando aquel camino estaba tu monumento favorito, aquella estatua en honor a no sé quién, que tanto te gustaba, aquel hombre con sombrero de copa, y que hoy sé que es en honor al Quijote, libro que jamás quise pero que tu amaste, y después estaba la entrada del teatro, a donde siempre íbamos, a donde íbamos más por el recorrido que por la función, pero debíamos ir a la función o sabías que no aceptaría ir tan lejos.


Aún tengo tu libreta, donde escribimos una frase juntos y después la pintamos en las paredes de la habitación, "no te preocupes, lo que es verdadero jamás termina", pero nunca habíamos iniciado como todos creían, sólo fue amor, y el amor no inicia, sólo esta y sucede, así como sucedimos y como sucedió esa frase en tu libreta de poemas.


Me leíste un poema que hablaba de mí, pero jamás me lo dijiste, sin embargo, nadie habla de una pelirroja que se enamora, enamora de quien menos esperaba en un parque, parque que amaba con todos sus sentidos, sentidos que eran conquistados por una persona, persona que amaba y que estaba leyendo para mí, como en el club, y que siempre preguntaba si estaba bien o algo le faltaba, y yo sólo reía y él iba por café, porque desde que me conoció dice haber dejado el vodka y el tequila y que prefiere el café para no dormir, y poder estar conmigo siempre, siempre que decía eso terminaba durmiendo antes que yo, lo que me dejaba un rato pensando cerca de él, y jugando con su corto cabello que apenas le cubría las orejas, y que terminando de jugar me levantaba a escribir y abría la ventana, y miraba nuevamente al cielo, cielo marino con estrellas que deslumbran mi noche, porque él le dio luz a mis noches y eso evita que duerma. Antes de que despierte me vuelvo a recostar sobre su brazo y cierro los ojos y duermo, duermo como si no tuviera insomnio, como i todo lo que importará es estar con él, pero ya no es de esa manera, ya no está y ahora no duermo, sólo veo aquel cielo marino, sin estrellas, sin vida, sin sueño, sin él.


Conocía tanto de ti, como tú de mí, sabía que tu color era el negro, que amabas la música de blues, y que preferías la noche y el frío, y tu literatura se volvió poesía y tus poesías eran para mí.

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