Same (parte #2)

marzo 06, 2017

Y ahora estoy cruzando las calles, calles que se ven repletas de panfletos de distintos comercios, y que se ven esparcidos por las banquetas por el fuente vendaval que hay en la ciudad, como aquel día, y es que ahora gracias a tus ausencias no me imagino los días sin tu desayunos, las noches sin tus caricias y las tardes sin hablar de cohelo o cualquier otro escritor que encontremos. Como el primer día que te lleve a una librería, preguntaste que libro buscaba, pensé que me ayudarías a buscarlo, pero querido tu no buscas libros, tu buscabas que terminara pronto, pronto como encontré las venas abiertas de américa latina sonreíste pues sabías que nos iríamos de aquel sitio, sitio que sabías que me encantaba visitar fuera día, tarde o noche, pero yo amaba ir ahí, y después regresamos a aquella habitación, mientras yo leía me mirabas, esa mirada que jamás había visto en ti antes, o es porque antes no me habías visto leer, leer sin descanso, mientras tu comías yo leía, mientras te bañabas yo leía, mientras escuchabas la radio yo leía, mientras tomabas yo leía y así fue en el día hasta que termine y decidí irme a la cama, cama que volvió a sentir el amor que cada noche hacíamos.


Dijiste que te hablará de libros y cuales te recomendaría, dijiste que te enseñará a preparar café para ocasión, dijiste que querías apreciar la luna como yo lo hacía, y posterior a esto me regalaste una cadena con una luna de oro blanco, porque decías que era necesario que la "hija de la luna" como solías llamarme tuviera esa cadena, cadena que hasta hoy llevo. Y te hablé de libros como a nadie más, tanto que te lleve a aquel club que solía visitar todos los viernes a las diez de la noche, en donde se hablaba de cosas de arte y libros, libros por doquier, y tú solo observabas y fingías risa por los chistes respecto a Shakespeare, o respecto a cohelo, que era al único que conocías, después de cada reunión te veía adentrado en un nuevo libro que me pedías que comprará, y lo hacía porque me gustaba que intentaras adentrarte a aquel club, club que seguimos visitando por varios meses, meses en los que me reía cada que hablabas de un libro, libro que ya todos habían expuesto meses atrás y que por consiguiente no comprendías los chistes y las no citas mencionadas en cada uno de ellos, pero te gustaba, te gustaba intentar entender su conversación sobre platón, y cuando comenzaste a leerlo y saber que hablaba de amor no dejaste de hacérmelo, incluso aquella vez que estábamos en el club junto a los Pierre, decidiste interrumpir una acalorada charla sobre José Mauro Vasconcelos y nos fuimos, pero no a casa, nos fuimos a las habitaciones del club, donde decidiste que siempre es el momento perfecto si de amor se trataba.


Caminábamos por la calle para ir al metro, aquel que odiabas tomar porque siempre estaba lleno, lleno de panfletos y prostitutas por las noches, y nos detuvimos nuevamente, nuevamente tenías otra idea, tomemos un café, y cuando pronunciaste estas palabras me di cuenta de que lo que antes me habías dicho era real, tan real como estos recuerdos, tan real como tu abandono, y esa noche también te enseñe que era el buen café y porque siempre que leías debías de tomarlo, porque ayudaba a permanecer despierto y porque lo amaba, no tanto como a ti, pero lo amaba, amaba ese color, ese aroma y esa suavidad, y te amaba a ti verlo tomar, y fruncir el ceño porque era la primera vez que tomabas café y decías que siempre sería mejor el vodka, vodka que dejaste de tomar por una larga temporada, temporada que te adentraste en los libros y la literatura clásica, como en la literatura basura, aquella que habla de amores y falacias y terminan con un final feliz, y quería siempre hacerte creer que nada termina con un final feliz.


Tú me ensañaste a correr por la noche sin necesidad de preocuparme por la hora, que faltar al trabajo a veces es bueno, que escribir era mi vida, vida que tu inspirabas día con día, me enseñaste que era mejor que me dejara de preocupar por banalidades, que lo único que importaba era el amor, pero siendo realistas de amor no se vive, y siempre te lo decías y después comenzábamos a discutir, discusión que terminaba en sexo, sexo que terminaba en amor, amor que era lo único que importaba a fin de cuenta, y aún tengo tus primeros versos escritos en una servilleta, de aquel día que me dijiste que querías ser poeta, pero de los poetas que no hablan de amor, porque el amor era mejor hacerlo y no hablarlo, se demostraba, se sentía, se vivía.


Ahora la lluvia parece triste cuando camino entre ella sin ti, y cada lugar me pregunta por ti, y por qué he regresado sin ti, y es que ahora solo voy del puente a la fuente y de loa fuente a la cafetería, de la cafetería a la banca, de la banca al ébano, del ébano a aquella librería, de la librería a al lago, lago aquel hermoso lago cristalino, donde me dijiste por primera vez que no querías que volviera a comprar vodka y que mejor comprará café, café como tus ojos, ojos que me dan insomnio porque ahora son lo único que recuerdo cada noche de verano, y que me duelen cada noche de invierno, invierno que duermo sin cobijas porque aún creo que llegarás a darme calor, calor que jamás siento en primavera, primavera que me recuerda a aquel lago, y que se vuelve un círculo vicioso de recuerdos hacía ti.

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