Trece de Agosto | Víctor Blanco | Borrador
agosto 09, 2017
Trece de Agosto salgo
de la casa y camino, camino solo, pensando en nada o quizá en todo, es un día
normal como tantos que han pasado por mi vida. Veo caer las hojas de los árboles,
siento que el otoño se aproxima ya, siento tantas cosas que pareciera que en
realidad no siento nada.
Camino, camino por las
calles de la ciudad, poco a poco las luces se van encendiendo, mis pasos me
llevan por rumbos conocidos ya para mí, levanto la mirada, las aves volando por
el parque, observo a mi alrededor, niños jugando, corriendo, saltando, en sus
rostros se percibe la alegría, la inocencia y la felicidad dignas de su edad,
las madres los siguen con sus miradas representan su protección y ese amor
inmenso que nunca terminará.
Me detengo un poco, las
luces de los autos me deslumbran al querer pasar la avenida que divide al
parque del centro de la ciudad. Veo a mi alrededor a esa gente que espera igual
que yo ¡pero! ¿Hacia dónde voy? ¿Qué vine hacer al centro? Piensa…piensa ¡ah ya
lo recuerdo! Desde la semana pasada traigo la idea en mi cabeza de comprar un
libro.
Sigo mis pasos, la
tenue luz de la tarde en escasos minutos se convierte en obscuridad y
aparadores, locales, tiendas, todos convertidos en uno solo con la luz
artificial.
Busco una librería, mis
ojos voltean hacia la izquierda, a la derecha, no encuentro ninguna, cruzo por
diferentes calles y de pronto, inesperadamente encuentro una frente a mí, en
seguida leo el nombre del lugar “Libros Usados el Rincón de Julio Cortázar”. El
título no lo puedo negar me incita para entrar, lentamente mi cuerpo forma
parte de aquel lugar, observo cada uno de los estand lleno de curiosidad, de
pronto siento una mirada que me sigue e imagino que es de la encargada del
lugar, camino, uno, dos, tres pasos, títulos conocidos y otros desconocidos, unos
que me gustaron como Aura de Carlos Fuentes, Cien años de soledad de Gabriel
García Márquez, La tumba de José Agustín, Las enseñanzas de don Juan de Carlos
Castaneda y así podría seguir mencionando sin poder terminar. Camino, uno, dos,
tres pasos más títulos, unos ya los tengo de otros no me alcanza el capital
para comprarlos, nuevamente tomo varios y los comienzo a hojear.
De pronto como si ya
estuviera escrito en mi destino en mi mirada se cruzan las letras de aquel
título, sí, claro, por supuesto, es la novela que quiero y que por más que la
buscaba no la podía encontrar y era más que lógico encontrarla aquí su nombre
“Rayuela de Julio Cortázar”. En cuestión de segundos mi mano la llevo hacia él,
con mis ojos veo cómo se desliza cual si fuera cámara lente y tal pareciera que
tarda una eternidad y se aferrara en no llegar. Cuando logro alcanzarlo mi mano
roza con algo, es otra mano, una mano frágil, delicada, suave, es una mano de
mujer y sin darnos cuenta nuestros dedos se entrelazan.
¿Qué pasa? ¿Qué me
pasa? Siento una extraña sensación ¿Por qué? Mi mirada se mueve lentamente
hasta llegar al rostro de ella ¡que bella! No puedo dejar de mirarla y de
sorprenderme como mi reflejo es tan penetrante, a través de sus ojos azules
hermosos e intensos, que me hacen sentir como si el mundo girara a mil por
hora, es algo tan extraño que nunca en mi vida lo había sentido y es que dentro
de mi ser siento cada latido de mi corazón, qué al verla solamente un suspiro,
un tierno suspiro es lo que emana de mí.
Creí que se ofendería y
me reclamaría por mirarla con estos ojos de enamorado, pero no fue así, ella me
sonrío dulcemente, quizá por las circunstancias o tal vez por la situación y
así por mi mente pasan tantas cosas que imagino decirle.
Hola, disculpa, veo que
te intereso también el libro verdad, tómalo por favor, adelante, darle una
sonrisa y que ella me responda: ¡cómo crees! ¡tómalo tú! Quizá me sorprenderían
sus palabras y al mirarme con sus hermosos ojos azules, con ese rostro terso,
esa piel apiñonada y mordiéndose el labio inferior me diría nuevamente.
Ya sé, mira, que te
parece si el libro lo compramos entre los dos. Me quedaría sorprendido e
incrédulo y le respondería, entre los dos y ella me diría si, entre los dos, es
sencillo mira tú pones la mitad del dinero y yo pongo la otra mitad, así el
libro seria de los dos. Sorprendido nuevamente le volvería a preguntar.
¿De los dos?
Ella con su mirada
tierna y dulce me diría. Oye si no te parece ok, cómpralo tú, pero a mí me
parecía idea bastante original, eso me pasa por andar produciendo cosas. A lo
que yo incrédulo por su proposición nuevamente le cuestionaría. Pero…pero si no
sabes quién soy. Ella mirándome nuevamente con sus hermosos ojos como el cielo
y el mar me diría. Bueno tu tampoco sabes quién soy, ni que hago y todas esas
cosas. Sin quitarle mi mirada de la suya le diría sin temor a nada y si vamos a
tomar un café, ella sorprendiéndome como hasta ahora me respondería y si mejor
me acompañas a mi casa, caminamos y así nos conocemos. Yo me quedaría como un
idiota pensando. Ella es única, totalmente diferente a todas las que he conocido,
caminaríamos con pasos lentos hasta su casa y al llegar, antes de despedirnos
me diría… ¿joven? ¿se siente bien? ¿joven? Una voz que definitivamente no es la
de ella me hace reaccionar y volver a mi realidad, respondiéndole. Perdón me
decía usted. ¿se encuentra bien joven? Le decía qué si se va a llevar el libro,
me pregunta la encargada del lugar.
Ha, sí, sí, perdone
usted y este le puedo hacer una pregunta señora. Haber diga joven en que lo
puedo ayudar.
Mire cuando llegué
estaba una joven aquí en este estand conmigo ¿no sabe para donde se fue?
La señora mirándome
sorprendida me dice. Haber, haber, una joven, una señorita ¿Cómo era, esa
joven? ¡no recuerdo! ¿me la podría describir?
Si mire, ni muy blanca,
ni muy morena, ni muy alta, ni muy baja, eso sí traía el cabello suelto, largo
y peinado de lado, color café, un conjunto color rojo y una bolsa negra de su
lado izquierdo y parece que traía tenis, el conjunto era corto, como si fuera
un short.
Pensando un poco la
señora me responde. Ah sí, ya la recuerdo, no hace mucho que ya salió, ¿Qué
será? Cosa de tres minutos, lo que tenemos usted y yo platicando. Mire joven la
recuerdo bien porque ella algo le pregunto a usted varias veces y como no le
respondió pues andaba como ido, pensando me imagino en otras cosas, que ella un
poco molesta le dijo gracias, me miro y se fue, más que nada por eso fue que yo
me acerque a usted, preguntándole si se sentía mal.
Un poco desesperado
porque se callara le di las gracias, con paso apresurado salí, a lo que la
encargada me grita con desesperación antes de que salga del lugar.
¡Joven! ¡Ey joven! Yo
volteando ya preocupado le respondo. Sí, dígame. A lo cual me dice.
Mire joven, este si se
va a llevar el libro, tiene que pagarlo primero. Yo apenado le pido perdón y le
digo que no se en que estaba pensando a lo cual ella me dice con una sonrisa.
Estaba pensando en la señorita, mire tenga su cambio y parece que se fue rumbo
a la derecha, por la avenida. Le doy las gracias y salgo.
Que estúpido fui, no me
di cuenta, corre, corre, no importa que me vea la gente como si estuviera loco,
no tengo que dejarla ir, es el amor, lo siento aquí en el corazón ¿Dónde estás?
¿Dónde? Que lastima, quizá no te vuelva a ver. Momento, momento aquella que
esta por cruzar la avenida es ella, sí, claro que es ella, la misma cara, el
mismo pelo, la misma estatura, la forma de caminar, su figura, sí, sí es ella.
Tendré que caminar más aprisa, oh no ya va a cruzar, tendré que gritarle pero
¿Cómo se llama? No…espera…espera mujer, va a dar el primer paso grita, grítale,
se va, se te va, háblale, vamos.
¡Ey señorita! Mire el
libro señorita. Toda la gente me ve y yo como loco gritando.
Ella voltea y no
alcanza a ver a nadie pues la gente a su alrededor le impide distinguir de
quien son esos gritos que emanan con desesperación de mi garganta. Ella siente
algo en su corazón una especie de alegría emoción y a la vez incertidumbre. Se
voltea para seguir su camino, cuando siente que alguien toma su brazo, su
cabeza da un pequeño giro me mira, la miro y de ambos nace una sonrisa
espontanea. Una hoja de papel llega hasta nuestros pies, ambos nos inclinamos
para leerla, nos miramos nuevamente y con una sonrisa leemos “Eres y serás el
amor de mi vida no lo olvides, nunca lo olvides”.
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