Pequeño grito

agosto 14, 2019


Se sintió en mi un gran estruendo, como si la noche se encargará de comerme viva, de silenciar hasta mi más profundo pensamiento, me sentí carcomida, ahogada y aún peor, muerta en vida.

Quizá la noche llene los corazones de los amantes pero cada segundo en su oscuridad me recuerda las tragedias de septiembre en las que miles de personas cayeron en tus manos. Quizá con este relato parezca ante los ojos de millones que hablo de un asesino pero créeme cuando te digo que es algo peor.


¿Haz sentido como mueres día a día? Cómo si tu último suspiro lo pudieras percibir únicamente poniendo un pequeño espejo frente a tu boca y tú último aliento delatara que ya no puedes más, que ya te estás dando por vencida. Exactamente ese horror sentía yo y cada día comenzaba a hacerse más grande, los vasos de agua que acercaban a mi mesa no eran suficientes, no me daba ni sed... En un momento creí que si quizá con mi último suspiro recobraba la alegría de la vida y tuviera el valor de regalarme una sonrisa ante este infierno, lo podría lograr, saldría de esta y la gente volvería a estar feliz por ver quién era antes.

Los pensamientos cada noche retumban en mi mente, algunos de ellos se empeñan en verme caer y cuando por fin un rayo de esperanza parece asomarse todo ese tornado de sombras se apoderan de la poca esperanza que llegaba a mi. Quién diría que con tan solo una pequeña idea puedes acabar con tu vida...

Hace tiempo cada noche, en este mismo cuarto donde lo único que se ve es la sombra que genera mi pequeña lámpara en forma de barquillo, me encontraba cada noche frente al espejo, me miraba a los ojos y tan fingida y triste me sentaba en el suelo sin despegar la vista, me recorría el cuerpo y veía lo que hoy todo el mundo ve pero que yo quiero destruir, la imagen de esa pobre y débil, quién llora porque no puede ser quien quiere ser, porque la perfección está lejos de ella, la perfección se esconde tras tanta piel. Ponía mis manos sobre mi abdomen y sentía unas inmensas ganas de llorar, solo recuerdo lágrimas caminando por mis mejillas hasta caer a mis piernas y humedecerlas tan solo un poco para percatarme de lo patética que me veía tirada en el suelo sin hacer algo por mi.

Decidí levantarme y "volar", los siguientes meses se volvieron de dolor y de angustia porque cada noche después de que las luces de la ciudad se apagaran la pequeña luz de mi celular se encendía y buscaba la manera de eliminar calorías, de beber agua en exceso y calar las angustias, buscaba la forma de brillar, de ser perfecta. Hubo noches en los que me sentía sola pero encontré a una amiga, tan parecida a mi, sus pequeños huesos se notaban cuando se sentaba y el aire le calaba en el alma como el frío a mi en los huesos.

"Comparte la perfección con el mundo" cada noche, cada pensamiento iniciaba igual, cada tormento comenzaba de la misma manera y sabía que debía hacerlo porque la perfección solo se logra muriendo. Y me encargué con el paso del tiempo de romantizarle la muerte a todas aquellas que como yo sé sentían tan feas y deprimidas, porque si yo debía de morir para poder volar, ellas debían morir conmigo.

"La perfección no existe" era mi pequeño rayo de esperanza que cada noche se apagaba y se desvanecía con el viento que volaba las cortinas de mi habitación, yo sabía en el fondo que era así, porque la perfección solo se alcanza al morir y yo aún no quiero hacerlo, no estoy lista para volar.

Por eso estoy aquí, escribiéndote para que te salves y no vueles, para que no te pierdas en las calamidades profundas de la noche, porque ella no es tu amiga, lo que quiere es sellar tu fin, es verte morir.

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